martes, 24 de abril de 2012

Feliz día de las personas libres.


"¡Ea! Un libro es un arma cargada en la casa de al lado. Quémalo. Quita el proyectil del arma Domina la mente del hombre. ¿Quién sabe cuál podría ser el objetivo del hombre que leyese mucho? ¿Yo? No los resistiría ni un minuto. Y así, cuando, por último, las casas fueron totalmente inmunizadas contra el fuego, en el mundo entero (la otra noche tenías razón en tus conjeturas) ya no hubo necesidad de bomberos para el antiguo trabajo. Se les dio una nueva misión, como custodios de nuestra tranquilidad de espíritu, de nuestro pequeño, comprensible y justo temor de ser inferiores. Censores oficiales, jueces y ejecutores. Eso eres tú, Montag. Y eso soy yo. (...)".

Fahrenheit 451. Ray Bradbury.

domingo, 22 de abril de 2012

La hora de marchar siempre aterra.

Gracias, Chaminade. Gracias por hacerme llorar ayer como una idiota y por los abrazos y los todo-pasa-y-todo-llega-pero-lo-nuestro-es-pasar bailando el Cadillac en la sala alternativa como si no hubiera mañana (y no había, de hecho, porque la mañana ya había llegado y se colaba por las ventanas empapadas de sudor). Gracias por ayudarme a resistir a la locura del manicomio, gracias por los besos impregnados de rimel corrido y los abrazos colectivos y los pulgares en los párpados para enjugar las lágrimas. Gracias por haberme dado un hogar durante dos años, por Mario subiendo a la tarima pasadas las 6 y Teresa viniendo a dormir a mi cuarto porque en el suyo no cabía más gente, Raquel tan pequeña y tan feliz y Eva y Cristina en un mar de pena, Laura sin querer hablar, Alba murmurando de gatos, y el tiempo que no pasa, que no pasa y no llega. Gracias por los bailes.

jueves, 19 de abril de 2012

Cumbia.

A cada paso que doy, la sensación indisoluble de estar creciendo. Por un lado, la obligatoriedad del no quedarme estancada, del no resistirme a lo que toca; por otro, el miedo atroz a lo que aceptar supone, a las repercusiones que de seguro tendrá el tomar la decisión.

Si hay algo que ahora siento es que estoy cómoda con mi vida. Me ha costado llegar a la conclusión, no creas. El camino era confuso y estaba rodeado de setos, setos enormes. Nunca he tenido pesadillas con los laberintos, a pesar de que una vez creí haberme perdido en uno; ahora, en cambio, me echaba a llorar en cada recodo. Creo que era vegetación con espinas.

En este auto(de)construirme hay más de decisión que de certeza, pero qué sería la vida sin pantanos. Un paseo, quizás. Sin emboscadas, sin crucifijos, sin sombras altas ni caminos estrechos. Algo, definitivamente, mucho más aburrido.

viernes, 6 de abril de 2012

Lo feo es no ser insolentes.

...como fueron Adán y Eva.
(Los dos nos quedamos sin pulso al rompernos la boca con tanta obediencia).

Acabo de descubrir que tengo un arañazo cicatrizando en la espalda. Y como últimamente una línea conduce a otra, ésta me ha llevado de nuevo a Copenhague y mis rodillas heridas, aquel aparcamiento en mitad de la nada circundado por dos furgonetas. Fue una noche suicida, esa. Una noche de las que simplemente te apetece vivir y ya se puede ir a la mierda todo que tú  vas a estar bailando hasta las últimas consecuencias. Incluso si eso incluye correr medio vestida y perder el pasaporte. Y reír todo el rato.

Hay noches que, por simples que sean, resplandecen como soles. Sin adornos, sin necesidad de alfombras rojas ni ropa interior de seda. Como aquella con las luces reflejadas en el Duero, como los paseos por Sevilla, como subir con prisa unas escaleras o saber que nadie va a venir a exigirte que salgas de la cama. Con el cuerpo estirado en una curva inversa. En una línea. Como la del sábado en mi espalda.

jueves, 5 de abril de 2012

Noche infinita.

Luego apareciste tú, maldita sea, y se me volvió imposible interpretar nada. Tú con tus diez años más de los que tienes, tus excusas para no vivir, tus sonrisas tristes (tus jodidas sonrisas tristes), tus jerseys oscuros que combinan con un bourbon aunque ya no bebas ni cerveza (wisky de antro, ponte riñonera, maldita sea), tus palabras civilizadas y tus balbuceos descolocados, camino recto, porte extraño, juventud ahorcada.

¿Cuándo decidiste empezar a crecer? ¿Cuándo decidiste que la madurez era eso, abandonar los vícios y escoger lo correcto, lo esperado? El tiempo nos aterroriza a todas. Supongo que un día te asomaste al espejo y soltaste un "mierda" así bajito, mientras contemplabas sin fuerzas una mirada demasiado cansada para tus veintipico años. ¿Qué hiciste después? ¿Leíste el decálogo del buen ciudadano, te compraste un coche? ¿Te diste a Spinoza para ahogar la realidad que ya no mataba la bebida? ¿Fue entonces cuando asumiste que "el sexo está sobrevalorado"? ¿O lo dices a propósito?

Joder, ¿qué se supone que estás haciendo? La vida sigue a tu alrededor, ¿sabes? No puedes confundirme así siempre, ya llevo sin aliento demasiado tiempo.