lunes, 11 de febrero de 2013

Mierda y cuchara.

"La foto de Ricardo fue descargada por decenas de periódicos suscritos a la agencia que la compró, pero antes se la había ofrecido al diario con el que habitualmente trabaja. La respuesta recibida fue esta: 'La foto es increíble pero no la vamos a publicar. Estás asumiendo demasiados riesgos y no tenemos una política definida con respecto a nuestros colaboradores en zona de conflicto'. (...) Así que ante un rechazo que significa, para quien lo quiera entender, 'no te acerques tanto, que no queremos que, si te pasa algo, nos caiga el marrón a nosotros', Ricardo envió la foto a una agencia sin tantas limitaciones, que la distribuyó por todo el mundo. A través de la agencia, el periódico que la rechazó terminó por publicarla en portada. La diferencia entre la venta individual o la distribución a través de agencia es que ésta paga tres veces menos. Hasta para jugarte el pellejo existen las rebajas".

Alberto Arce, Misrata Calling.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Caminando fui lo que fui.

Yo siempre he querido tener una cama al lado de una ventana. Una cama grande en donde hacer vida, con una mesa pequeña donde dejar humear el café (lo siento, yo es que no fumo, mis fetiches son de otro tipo), un par de libros abiertos (montones, montones de libros por todos lados), la ropa ahí tirada y otro libro más, éste en las manos mientras las piernas salen a la calle, los pies en la ventana, la música inundándolo todo.

(Que) El caso es que resulta que soy feliz y que no es un creo. Que hace ya tiempo que me siento bien, realmente bien, y ahora que tengo tiempo para darme cuenta siento como un hormigueo constante por todo el cuerpo y una sonrisa que no se me mueve de la cara aunque lleguen días malos. Que me prometo que este estoy-haciendo-lo-que-quiero y este aprender a millones van a ser mucho más fuertes.

Ayer terminé de colocar los libros en la estantería. Tuve que sacarlos todos porque en horizontal ya no cabían. Y el tocadiscos ya está en su sitio y, ¿sabéis?, aunque es invierno, ayer saqué los pies por la ventana.

sábado, 2 de febrero de 2013

Veintiuno.

Ya está, ya me dió la veta horrible del paso del tiempo, que no se agota la muy cobarde y año tras año no hace sino aumentar su capacidad de infundirme pánico. Resulta que pasé de la veintena, fíjense ustedes, y me entra la responsabilidad de esta edad tan puta que no te permite ni un respiro siquiera. Porque esto es lo que voy a recordar siempre, ¿no? ¿Y qué recordaré mañana de mis decisiones de hoy?

Es la responsabilidad que me ataca, sí, de golpe, con toda la alevosía posible a estas cinco de la mañana tan borrachas, una responsabilidad horrible y tan madura como insoportable, que me repite una y otra vez todo ese cuento de configurarse la propia vida. Que lo de una-oportunidad-y-punto sonará caduco pero es así, y la premisa me aterra hasta el punto de paralizarme en casi cualquier reflexión.

Y aquí estoy, con estos veintiuno. Con quinientas historias a las espaldas y muchos pasos por dar todavía en el camino. Demasiados, quizá. Porque veintinuo es un número que se hace enorme y diminuto a velocidades iguales, y sinceramente no sé por cuál decantarme. Y por primera vez en mi vida creo que más que el antes y el después veo el aquí y el ahora y, joder, me siento bien. Algo nuevo, esto de la nostalgia del presente.

Parece mentira, que haya pasado tanto tiempo.